En poco más de un año, Tucumán tendrá una oportunidad única: todos los ojos del país (y por qué no, de muchos lugares del mundo) se fijarán en nosotros. El Bicentenario de la declaración de la Independencia y el Congreso Eucarístico Nacional convertirán a la provincia en el centro político, cultural y espiritual del país y de la región. Si algún gobernante sueña con la oportunidad perfecta para mostrar su provincia y promocionar los éxitos de su gestión (así sean muy pocos), sin dudas, un combo mejor que este no puede esperar.
Da la impresión de que falta mucho. Pero no. Lo miremos de esta manera: los pocos meses que quedan hasta las elecciones se escurrirán entre paritarias, campañas, anuncios políticos, peleas por espacios de poder y la siempre enfermante contaminación con la que la zafra abraza a Tucumán. Luego vendrán las asunciones de los nuevos gobernantes, regresará el calor y con las Fiestas de Fin de Año, el 2015 ya será historia. Tras el parate obligado de enero y febrero, se reanudarán las paritarias, comenzarán las clases y de golpe, el momento institucional, cívico y religioso más importante de las últimas décadas se nos vendrá encima.
Está más que claro que el Bicentenario no está entre las prioridades de los políticos. Alguno que otro, como el intendente capitalino y precandidato a gobernador Domingo Amaya, cada tanto se refiere a él. Pero los intereses hoy pasan por otro lado. Eso no cambiará, por lo menos hasta después de las elecciones. Y no es el único tema que se encuentra en esa situación: el Congreso Eucarístico también fue a parar al fondo de la lista de prioridades.
Más allá de la fe y las creencias religiosas, hay un hecho objetivo: el turismo religioso mueve a miles de personas en todo el país (sirvan como ejemplo El Milagro y la Virgen del Cerro, en Salta). Y, justamente, el encuentro más importante de la Iglesia Católica Argentina ocurrirá en Tucumán en junio de 2016, apenas unas semanas antes de que se celebren los 200 años de la declaración de la Independencia. Se calcula que convocará a la provincia por lo menos a 20.000 personas. Pero desde que El Vaticano confirmó que el Papa no participará del encuentro, todo el interés que se había puesto en él parece haberse esfumado. No dentro de la Iglesia, claro. Sino en el Gobierno. Esta situación inquieta especialmente a los empresarios turísticos, que avizoran problemas.
Espectadores de lujo
Así como hay circunstancias externas que le generan a la Provincia posibilidades de turismo receptivo inmejorables (el Congreso, por ejemplo), a veces sorprende advertir cómo se dejan pasar otras que dependen pura y exclusivamente de gestión. Así, tal como lo reflejó LG Deportiva la semana pasada, durante estos 12 años, Tucumán observó como un espectador de lujo el modo en el que Santiago del Estero (Termas de Río Hondo, particularmente) y Salta, por nombrar sólo dos provincias, se convertían en referentes del turismo deportivo. Al igual que el religioso, esta categoría mueve a miles de personas y, con ellas, millones de pesos. Es cierto: Tucumán tiene el trasmontaña, eventuales visitas de los Pumas, el rally y Loma Bola. Pero no alcanza.
Durante los tres mandatos de José Alperovich, empresarios y asociaciones deportivas propusieron la construcción de un estadio único (¿alguien cree que los de San Martín y Atlético están a la altura de un evento internacional?), de un autódromo y la recuperación del Palacio de los Deportes, entre otras infraestructuras deportivas. Pero la respuesta siempre fue no. De hecho, Bernardo Racedo Aragón, desde Turismo, no solía mostrarse de acuerdo con la construcción del estadio. Justo ahora, en plena campaña, el precandidato a intendente de Yerba Buena, cambia de opinión y afirma que llegó el momento de levantarlo.
El Congreso Eucarístico puede ser un buen punto de partida para potenciar el turismo religioso, que encontrará dos pilares fuertes para crecer en la Virgen de la Merced y en la fiesta de Lourdes, en San Pedro de Colalao. No dejemos que nos pase lo mismo que con los deportes.